no cambiamos
Recuerdan aquella broma de Martes y Trece, en un supermercado, parodiando el viejo anuncio del detergente:
Le doy dos paquetes de detergente por el suyo.
No muchas gracias, estoy contenta con el que uso.
Claro señora, pero yo le estoy ofreciendo dos iguales por el suyo.
Que no, no se ponga pesado que no cambio.
¡pero si son el mismo!
Al final todo acababa, con el vendedor desquiciado y la señora indignadísima. Una situación delirante.
Hoy, estamos en una situación parecida con nuestra actitud ante el software libre.
Estamos utilizando un software, privativo, del que no conocemos ni una sola de sus líneas de código. Un software en general, malo, mejor que antes en algunos casos y con alternativa libre en muchos.
La diferencia fundamental entre software libre y software privativo, la resumiría gráficamente con un Windows vs GNU/Linux evidentemente la tarea es mucho más compleja.
Debemos quedarnos, con que, un software tiene una licencia (un contrato) que aceptamos desde el mismo momento que instalamos el programa (el sí, acepto) y que en muchos casos establece condiciones abusivas. Pero una, la principal, es la de nuestra libertad. No sabemos nada de ese software, sólo lo que vemos y le entregamos nuestra absoluta confianza por adelantado.
Sería muy largo explicar todo el alcance negativo de un software privativo, pero nos podemos quedar con la broma de Martes y Trece: nos están ofreciendo (desde el software libre) lo mismo (e incluso mejor) con beneficio doble para nosotros: gratuito y libre, y le estamos diciendo constantemente que no. Estamos escogiendo o comprar un software privativo que nos retiene nuestro derecho más fundamental y que además nos supone un perjuicio económico, o sino, y lo que es peor, estamos utilizando un software privativo de manera delictiva, no sólo aceptando a renunciar a nuestra libertad sino además, incurriendo en la ilegalidad. Y todo ¿por qué? Por nada y a cambio de nada.
Hoy Richard Stallman está en España. R.S. es el fundador de GNU y cofundador de la FSF. Los que podáis no os lo perdáis. Desde éste mi trocito personal: ¡gracias grande!.
Le doy dos paquetes de detergente por el suyo.
No muchas gracias, estoy contenta con el que uso.
Claro señora, pero yo le estoy ofreciendo dos iguales por el suyo.
Que no, no se ponga pesado que no cambio.
¡pero si son el mismo!
Al final todo acababa, con el vendedor desquiciado y la señora indignadísima. Una situación delirante.
Hoy, estamos en una situación parecida con nuestra actitud ante el software libre.
Estamos utilizando un software, privativo, del que no conocemos ni una sola de sus líneas de código. Un software en general, malo, mejor que antes en algunos casos y con alternativa libre en muchos.
La diferencia fundamental entre software libre y software privativo, la resumiría gráficamente con un Windows vs GNU/Linux evidentemente la tarea es mucho más compleja.
Debemos quedarnos, con que, un software tiene una licencia (un contrato) que aceptamos desde el mismo momento que instalamos el programa (el sí, acepto) y que en muchos casos establece condiciones abusivas. Pero una, la principal, es la de nuestra libertad. No sabemos nada de ese software, sólo lo que vemos y le entregamos nuestra absoluta confianza por adelantado.
Sería muy largo explicar todo el alcance negativo de un software privativo, pero nos podemos quedar con la broma de Martes y Trece: nos están ofreciendo (desde el software libre) lo mismo (e incluso mejor) con beneficio doble para nosotros: gratuito y libre, y le estamos diciendo constantemente que no. Estamos escogiendo o comprar un software privativo que nos retiene nuestro derecho más fundamental y que además nos supone un perjuicio económico, o sino, y lo que es peor, estamos utilizando un software privativo de manera delictiva, no sólo aceptando a renunciar a nuestra libertad sino además, incurriendo en la ilegalidad. Y todo ¿por qué? Por nada y a cambio de nada.
Hoy Richard Stallman está en España. R.S. es el fundador de GNU y cofundador de la FSF. Los que podáis no os lo perdáis. Desde éste mi trocito personal: ¡gracias grande!.
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